miércoles, 25 de noviembre de 2015

Webinar (2015/02/24) | Topografia no AutoCAD Civil 3D e Novos Padrões para Projetos de Infraestrutura


¿Dónde empieza y acaba mi propiedad?

En España es posible ser propietario de inmuebles que ni siquiera existen, o que una parte importante de las fincas no esté inscrita en el Registro de la Propiedad, o que otras figuren dos o más veces. Más despropósitos: hay parcelas cuyos límites están dentro de la autovía, linderos que no coinciden, caminos que se cruzan sobre las casas, y parcelas dentro de estaciones de depuración de aguas.
Con demasiada frecuencia no es posible conocer con certeza dónde está el límite exacto de una propiedad. Los afectados no se dan cuenta hasta que se producen las compraventas, herencias, incorporaciones a los procesos urbanísticos, expropiaciones o procesos de delimitación de dominio público.
Y ahí empieza el calvario. “Más de 3.000 casos al año acaban en los tribunales con un coste que puede superar los 100 millones de euros, y que los propietarios deben desembolsar para proteger sus propiedades, cuando debiera ser el sistema el que garantizara esta protección”, denuncian en la Asociación Española de Geómetras Expertos (AEGEX). Eso, sin contar los casos en los que hacer frente al problema puede costar varias veces el valor de la parcela adquirida.
Un ejemplo: alguien compra ante notario una propiedad rústica en escritura pública, con su certificación catastral más o menos coincidente con las descripciones del Registro de la Propiedad. Pero el terreno no está vallado. ¿Por dónde se debería construir el alambrado? Algo tan simple tiene muchas probabilidades de acabar en un juzgado. Así acabó un empresario cántabro, que prefiere no desvelar su nombre: se embarcó en un proceso judicial para recuperar su parcela de mil metros cuadrados y terminó con una de 200 metros y un gasto de 70.000 euros. Vivía en Madrid y cuando se quiso dar cuenta una promotora se había “comido” el 80% de la superficie de su parcela en Cantabria.
Desde hace un mes, las reglas del juego han cambiado. La nueva Ley Hipotecaria y del Catastro, vigente desde el pasado 25 de junio de 2015, trata de poner fin a estos problemas. Por fin, se ha dado luz verde a la coordinación de datos entre el Catastro y el Registro de la Propiedad. La nueva ley facilita el intercambio de datos entre las dos instituciones para evitar informaciones contradictorias e incompletas sobre un mismo bien inmueble. Así, el Registro tiene acceso a la cartografía catastral y viceversa.
“Con la nueva ley se impide que se pueda crear una finca registral sin una precisa identificación de su ubicación y linderos georreferenciada en sistema oficial. Para ello, el propietario debe partir siempre de la cartografía catastral, para, si es correcta por corresponderse con su finca, utilizar esa misma cartografía por razones de economía de costes y coordinación”, señalan fuentes de la Dirección General del Catastro y de la Dirección General del Registro y del Notariado. Aunque la ley no impide que, en caso de discrepancias, el propietario aporte un informe, previo pago, de un profesional técnico.
Se trata de uno de los mayores avances de la institución catastral en sus más de 170 años de historia y el mayor que se ha producido en materia de protección jurídica en los 154 años de vida del Registro de la Propiedad.
En España las propiedades se miden de forma diferente al resto de Europa
Pero algunos creen que esta idílica y ansiada relación no va a ser suficiente para garantizar la seguridad jurídica. Según Pedro Ortiz, presidente de AEGEX, “se ha perdido la oportunidad de acabar con la aleatoriedad existente en el marco jurídico-administrativo actual”. Para esta asociación, la nueva ley mantiene el esquema de desvinculación entre el Catastro y los diferentes Registros de la Propiedad, los notarios y la Administración pública, a diferencia de lo que ocurre en casi todos los países desarrollados. “Está abocada al fracaso”, dice. Y prosigue. “Todas estas instituciones trabajan de forma ejemplar, pero no coordinada, y cuando interactúan entre sí, el desajuste es evidente, provocando una grave inseguridad sobre los bienes inmuebles”.
Esto es así, porque “las fuentes de información que utiliza el Catastro para confeccionar la cartografía catastral no son levantamientos topográficos realizados sobre el terreno por técnicos competentes. De hecho, cualquier plano entregado por el particular es insertado en la cartografía catastral. Existen muchos casos en los que dibujos a mano con rotulador sobre una fotografía aérea han sido suficiente para alterar el límite de una parcela catastral”.
La Dirección General de Catastro tiene unos 2.700 empleados y apenas unos 25 son topógrafos. “Es obvio que no todo el dato catastral representado en su cartografía es erróneo, aunque sí impreciso. Teniendo en cuenta que en España existen más de 40 millones de parcelas, es lógico pensar que la incertidumbre e indeterminación sobre qué cantidad de parcelas tendrían información errónea puede ser suficientemente alto como para producir inseguridad”, explica Ortiz.
El problema se podría resolver aplicando sistemas de medición estandarizados a nivel internacional. En España se miden las superficies de las propiedades de forma diferente a como se hace en el resto de Europa. “El lío es descomunal, sobre todo cuando vienen inversores extranjeros, que se suelen llevar el susto cuando se dan cuenta de que lo van a comprar es más pequeño de lo que pensaban”, advierten en la asociación. El Estándar Internacional de Medición de Propiedades (IPMS por sus siglas en inglés) es un código mundial para la medición que unifica la forma de calcular los metros cuadrados de un edificio y proteger así a cualquier consumidor.

Donde nacen los mapas

El Observatorio Astronómico, hoy encaramado sobre un promontorio del confín meridional del Parque del Retiro e ideado en 1790 por Juan de Villanueva, además del principal centinela del espacio en Madrid es, en sí mismo, un cofre de piezas maestras de la vigilancia astral, de la Topografía, la Geodesia y la Meteorología. Sus ajuares incluyen desde una reproducción a tamaño exacto del enorme telescopio de Wilhelm Herschel, obra del descubridor del Planeta Urano, hasta un Péndulo de Foucault de 13 metros de altura y cien kilos de peso, que en su vaivén incesante va tumbando un círculo de cuñas de madera para mostrar así la rotación de la Tierra; o bien la llamada Regla de la Comisión de Mapas de España, a partir de la cual se trazó el primer armazón cartográfico del país, el Mapa Nacional, a escala 1/50.000, a partir de 1871 y publicado en 1875.

Una piedra mágica para el gran Mapa

La piedra litográfica que expone el Museo del Observatorio madrileño imprimió las 1.110 cartas que compusieron el primer Mapa Nacional a partir de 1875. La primera impresión fue la de la hoja de Madrid. Barcelona figuraba en la hoja 421. La ejecución del plano no quedó culminada hasta el año 1968.

A esta copiosa dote nutrida con utensilios astronómicos, geodésicos y cartográficos, hay que añadir una nueva joya: la plancha de piedra, llamada litográfica, con la cual, a partir de 1875, comenzaron a imprimirse una por una las 1.110 hojas cartográficas en las que quedó dividido el Mapa Nacional de España. La piedra acaba de ser incorporada a las colecciones del Museo del Observatorio, a su sala de Ciencias de la Tierra.
La primera impresión de la piedra litográfica fue la correspondiente al mapa de Madrid y sus alrededores, que abarca la ciudad y su periferia desde las diagonales simbólicas que unen Barajas hasta Alcorcón, y del Monte de El Pardo hasta Vallecas. Fue signada con el número 559 entre el millar de hojas que compusieron aquel primer mapa nacional, donde Barcelona figura en la hoja 421; Bilbao en la 61; Sevilla en la 984 y A Coruña, en la 21. Precisamente en Cariño, en la costa gallega, comenzó la numeración de las cartas. La serie incluía a Canarias, les Illes Baleares y finalizaba en Ceuta y Melilla.
Encapsulada bajo una vitrina de potente vidrio, la piedra litográfica, caliza compacta, tiene forma rectangular; mide menos de 10 centímetros de espesor frente a unos 75 centímetros de longitud y medio metro de altura; pesa más de 200 kilos; exhibe sobre su parte anterior, en su día convenientemente entintada, los caracteres geográficos y topográficos madrileños tras ser dibujados primero y grabados artísticamente después y en negativo. El grabador litográfico fue Pedro Peñas y Romero, formado en la Academia de Bellas Artes de San Fernando. En su impresión quedó constancia de cada hito geográfico relevante, desde caminos, ríos, divisorias de aguas, valles, montes o cumbres, hasta ciudades, villas, aldeas, o bien campos de labor, grandes masas de cultivos o arboledas de más de 10 hectáreas de extensión. En la piedra figuran asimismo las llamadas curvas de nivel, que definen secuencias de relieves orográficos, signados en su caso con números cada 20 metros.

Una gesta en clave geodésica

Los datos extraídos sobre el terreno para la elaboración de planimetrías y cartografías lo fueron desde 1854 hasta 1871, plazo que duró la hechura en clave geodésica del primer Mapa Nacional. Todo ello había sido comprobado visual y documentalmente por un equipo de cartógrafos, topógrafos y geodestas, militares en su mayoría, con ayuda de soldados de reemplazo, así como informadores: desde peones camineros a autoridades municipales, amén de testimonios orales, brindaban, corroboraban o contrastaban los datos técnicos y parroquiales barajados para el cabal trazado cartográfico. También se nutrían de datos catastrales y de mapas municipales, a mucha mayor escala, levantados tiempo antes, escrupulosamente cotejados después para conseguir que lo más relevantes de aquellos hitos topográficos que jalonaban el territorio español quedaran incluidos en el plano nacional a levantar.
La regla que se utilizó para confeccionar el primer mapa nacional. / CLAUDIO ÁLVAREZ
La gesta era inmensa, ya que España contaba entonces con unos 10.000 municipios. Todo iba unido, además, a una laboriosa serie de cálculos técnicos, realizados con decenas de variables dimensionales a considerar y ponderar, desde las astronómicas a las barométricas, geodésicas y topográficas. El grueso de aquel magma de datos debía cobrar forma y expresarse en un documento cartográfico unificado, sometido a impresión por grabado litográfico en colores: negro para vías de comunicación; rojo para poblaciones; verde para masas forestales y cultivos; azul para ríos y litorales y siena para curvas de nivel. Otra particularidad era su escala, 1/50.000, bastante más precisa respecto a las empleadas en la época para sus mapas nacionales por Francia, 1/80.000, Austria-Hungría, 1/75.000 y Gran Bretaña, 1/63.360.
La primera hoja del primer Mapa Topográfico Nacional, la hoja madrileña, revela muchos detalles, como los 726 metros de altitud sobre el nivel del mar, que alcanza el Cerro Almodóvar, que domina hoy la urbanización Santa Eugenia sobre la carretera de Valencia -entonces se llamaba carretera de Madrid a Castellón-, sobre cuya loma se hallaba en 1875, y se halla hoy, un importante punto geodésico. Desde este tipo de vértices convencionales, 285 en toda España, definidos tridimensionalmente mediante unos aparatos llamados teodolitos, provistos a su vez de telescopio y dos círculos perpendicularmente dispuestos, se obtenía el cálculo angular de un canon de espacio topográfico, definido a su vez por la llamada Regla de la Comisión de Mapas de España.
Esta regla, unidad básica de las mediciones topográficas, fue diseñada por los entonces capitanes de Ingenieros y de Artillería, Carlos Ibáñez de Ibero y Frutos Saavedra Meneses, respectivamente; es una barra metálica que cabe ver en una de las vitrinas más seguras del Museo del Observatorio soportada sobre dos plintos de rosca, atornillados, de madera compacta, dotada de asas de sujeción. Fue fabricada en tres años por los hermanos Brunner, en París, con metales de componente platínico y latón. Sus dimensiones derivaban del Patrón Universal del Metro depositado en el Museo de Pesas y Medidas de la capital de Francia. El canon básico para el mapa español mide 4 metros de longitud y casi dos palmos de anchura.
Su empleo para la obtención del mapa consistía en desplegarlo de manera alineada, tarea que se lograba gracias a microscopios micrométricos fijados a sus extremos, en una operación repetida hasta 3.655 veces consecutivas, para cubrir la distancia del lado de 14.662,90 kilómetros de un triángulo convencional, básico para el cálculo topográfico completo del territorio.

Fototeca Digital del CNIG

Fototeca Digital del CNIG

Es un cliente web que contiene las bases cartográficas, vuelos fotogramétricos, y vuelos 3D (ortofoto al vuelo y visor 3D), así como un mapa de situación geográfica, coordenadas geográficas y huso correspondiente.



Es una aplicación que permite la visualización de vuelos fotogramétricos históricos mediante estándares OGC y que ha sido desarrollada con herramientas StereoWebMap.


Seleccionando un punto del mapa se pueden consultar los fotogramas disponibles para dicha zona. 

Se ha mejorado su rapidez en la gestión de imágenes, comenzando con la publicación de los vuelos del Plan Nacional de Fotogrametría Aérea (PNOA) y añadiendo nuevas herramientas propias del trabajo con vuelos fotogramétricos.
Su servicio de visualización WMS incluye: 

  • Mejora del motor de mapas, estandarización y rendimientos incorporando la librería JavaScript de código abierto OpenLayers. 
  • Ampliación de la colección de vuelos y capas de cartografía de fondo: 
  1. Capa de Cartografía Catastral de la Dirección General del Catastro
  2. Vuelos PNOA 2012, 2013 y 2014
  3. Vuelos PNOA 2014 3D (ortoproyección al vuelo y 3D estereoscópico mediante sistema de anaglifos)